En el Valle me esperaban las ausencias de la Patria:
los antiguos dioses sin nombre de estos montes,
tercos fantasmas que en el pecho cargamos;
la espesa niebla, las murallas de silencio,
la triste nobleza de esta raza de montañas.
Y bajé por donde el río me llevó, espada en mano
bajé por la selva negra que la luna había olvidado.
Allí corre un viento portando una melodía,
melodía de verano con aroma de flor,
la flor de la derrota.
Un viento limpio y verde, raudo como el Cauca.